miércoles, marzo 3

Dos: Obrero

Doscientos metros de zanja,
en la tierra aspera, seca y un fondo de pequeñas piedras que hacían el trabajo penoso.
Sol.
Una eternidad de sol sobre la espalda.
Pensaba en una poesía que podría decir:

Zanja

En tardes inmoviles, como ésta,

En las que sueño con bocas baldias

todavia humedas y tan tersas.

Desearia que fueras cauce, lecho de rio.

Pero tu mirada es polvo, como mis manos.

Y corre el aire, leve

Para mi, que cavo en la soledad de una obra y me invento recuerdos.

Y para ningun sauce, arrancado de la tierra.

Pienso en esos hombres que dejaste

En las mujeres que olvide

Y en que todo esta maquinaria que echamos a andar

amenaza con vencer mis articulaciones, mis huesos,

imagino mi cuerpo extendido sobre las piedras,

la espalda incendiada, humedad de sudor en la frente.

Estos días rutilantes conspiran contra tu suerte y la mia

Es cierto, tu cuerpo esta enterrado y el mio es un guiño,

una pieza de carne que proyecta una silueta de sombra mientras

la tarde lo roe sin apuro.

Asi de oblicuas resultan las cosas,

nunca un diagrama lineal, o al menos dócil, uniendo el deseo y el acto.

En algo de esto estoy mientras la pala explota junto a la vereda. Mientras mi espinazo se curva para poder socavar bajo el cemento donde pretendemos esconder ese cable violeta. Todo esto huele a metáfora. Lo pienso, sonrio y la dejo perderse. No hay demasiado espacio para metáforas; por el contrarrio todo diagrama es lineal, como el dibujo que hacemos con nuestras herramientas.
Mi compañero se aleja hacia a la sombra, con la remera anudada en la cabeza, la espalda roja y las manos de terracota y arena. Lo miro a través de una película de sudor. El sur, el oeste, la sequia.
Yo quería ser escritor, le digo y no puedo evitar sonreir, arrodillado junto a la zanja y rojo por el sol y el esfuerzo. Mi compañero rie. Es un buen chiste.
Sin dejar de reir agarro la picota y emiezo a golpear con fuerza en el borde de la vereda. Estalla el hormigón, partículas de cemento, arena y pequeñas piedras vuelan por el aire. Polvo, piedras en los zapatos, las medias humedas de transpiración.
Los muchachos de la obra se acercan y comentan algo con nosotros, en el fondo sienten una tibia culpa por la tarea que nos tocó en suerte.
Hoy ellos trabajan a la sombra: Los albañiles, los techistas, el colocador de las piedras de la vereda, incluso los pintores se las ingenian para avanzar con la misma lentitud con la que avanza el dia. Lo único que se mueve bajo el rayo vertical del sol somos nosotros. Y mi cabeza esta, pero se evade y por lo que veo en los ojos de mi compañero la suya va y viene. Enciende un cigarro, no falta mucho, un par de metros. Le pido otro, -ya lo tenemos- le digo mientras se adentra en la sombra.

2 comentarios:

  1. Anónimo16:08

    mmm, diria que muy bueno. Pero solo digo: interesante, y entrecierro los ojos.

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  2. Anónimo16:11

    Yo diria: insuficiente, pero simplemente tipeo en el teclado: Enhorabuena. y luego dudo que tal palabra exista.

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