jueves, junio 3

Tres: Epantapajaros

Sin esperar demasiado de los días por venir, con apenas la ropa para surcar el verano. El bosque vibra, el sol crepita. Hoy en dia vivo un verano que creía extinto, a caballo de una criatura mitológica, de pelaje terso y ojos de cristal calido. Viendo por entre las hojas como envejecen las tardes. Durmiendo sin ansias el sueño de otros seres. Creyendo en ese viejo mito del amor como un ciego, un idiota confeso, un espectro que habita en un cuerpo hostil en sus gestos pero tan sabio, tan disciplinado. Pero impensable resulta todo eso que hoy importa, que sostiene las visagras de las horas, del cielo ferroso que escupe multitudes estrelladas.
Pasan los días, el verano crece sobre nosotros, desparrama su lengua aspera sobre la tierra seca. Enloquecemos con naturalidad, a veces de modo gradual; otras en forma de estampidas, desparramando materia gris en el barro de los parques. De repente sanamos, con la misma presteza. Tomamos el aire frio del fondo del valle y cuando todo pensamiento parece acordonado y rectilíneo, volvemos a perder el sentido, cada vez con mas gracia y elegancia. Y en todo esa dialectica de la confusion nos sonreímos, con visos de fraternidad, manteniendo a raya el espanto que nos camina por la espalda. Cuando estoy solo aprieto fuerte los nudos que mantienen unidas mis vertebras, afirmo las rodillas en sus ejes y salgo a caminar, como un espanta pajaros, de cara al sol.