martes, septiembre 29

Un germen

Si las ideas e imagenes que el sigte texto esboza malamente hubiesen sido trabajadas con paciencia y esmero por parte de su autor, éste habria sido dedicado al amigo f.h.
Pero como aquello finalmente no ocurre y el texto resulta ser apenas un germen, un fragmento vago y carente de propositos concretos, ciertamente oblicuo a la hora de los bifes, el autor lo dedica al querido a.h., por las caracteristicas que los aúnan


Era un invierno descarnado, de dientes afilados y cristales ínfimos brillando en el césped. Todo se congelaba, incluso el agua del inodoro. A. tenía apenas algunos pesos en el bolsillo para comprar leña y la estiraba lo mas posible y padecía el frio en los huesos. Sus pies se calentaban solamente durante las más profundas horas de la noche, cuando todo su cuerpo se aplastaba bajo el peso de las mantas y frazadas que lo cubrían.
Le gustaba escribir, y el frio se ensañaba con sus dedos cuando dedicaba un par de horas a ordenar algunas frases sobre una hoja de papel. No era un escritor muy productivo, mayormente se destacaba por su capacidad de abandonar criaturas. Nunca volvía sobre hojas viejas, o rara vez, la mayoria de sus cuadernos terminaba en el fuego . A. no se detenía demasiado a revisar si lo que ardía valía la pena o no. Escribía para las llamas y por todo aplauso oía el crujir del ciprés partiéndose cuando las lenguas amarillas lo envolvían.
En un gesto arrebatado, mientras intuía la huella que lo llevaba hasta su casa sobre un manto ocre de agujas de pino, decidió que le iba a regalar un poema a ese amigo querido que estaba en vísperas de cumplir años. No tenia suficiente guita para una botella de vino, tampoco para un calzoncillo o para un libro usado.
Esa misma noche, mientras reescribía las palabras que el mismo había delineado meses atrás concibió la posibilidad de que las estrofas fueran fragmentos relativamente independientes, con un sentido propio y autónomo y que fuera dable un reordenamiento del poema según la voluntad del lector, en este caso su amigo S. Llamo a los fragmentos A, B y C, y dibujo un circulo en lápiz alrededor de cada uno.
El fragmento A comenzaba asi:

En la isla que me queda de aquel viaje
ha comenzado a llover,
y se anegaron, azuladas, las sombras de tus gestos


Era un poema que refería a un antiguo amor, probablemente. O algo similar a eso, sombrío de seguro. El poema era uno, era tres veces dos poemas y, en el fondo, no era nada. A. Se imaginó que de ese modo rescataría del olvido a esas líneas, tan pronto huérfanas, que guardaba en un cuaderno roído y sin tapas.
Por motivos que no recuerda, A. no consiguió hablar con su amigo acerca del poema. A pesar suyo, no pudo saber que impresión le había dejado su lectura. Sospechó del silencio, por supuesto, aunque es cierto que antes de que llegara el final del invierno se fue del pueblo y no tuvo demasiadas oportunidades de ver a su amigo y conversar.
Lejos de amedrentarse, A. siguió doblándose en otras mesas, otras noches, sobre hojas de papel desiertas. Pero al próximo cumpleaños al que fue invitado decidió llevar una damajuana de vino. El poema finalmente se le perdió durante un otoño de cuadernos arrojados al fuego.

Reinserción

Mucha
agua
ha corrido
bajo el puente.