lunes, agosto 17

Un barco

Una herida de tinta
boca y ojos enrojecidos,
Rubor desesperanzado en una mueca pendiente
Un roce y el tacto de la lengua, claustrofobica,

Beso que no encaja entre esas piernas urgidas,
preludio de un rio,
inexistente,

Era un hombre descarnado, convulso.
Aturdido de oir su propia voz.

Era un mujer ligera, otoñal.

En sus ojos habia un humo de intrigas y un soplo dulce.
Desnudandose, en lugar de hablar o llorar,
se besaron y despidieron,
en el fondo de ese beso habia un barco,
un barco vacio.

El ojo de la mujer que besaba fingia cerrarse,
conocia el engaño de su piel, sabia que no podia dejar de acechar,
de escribir una mentira sobre otra palabra
dicha tantas veces,
sobre ese ojo que no terminaba de cerrar

y cuando hacia el amor buscaba en la penumbra
a ese otro sujeto, incapaz de dormir, de soñar.
Y él, que se dabatia sobre su cuerpo, desnudo y ciego, nebuloso, vibrante,
aterrorizado de placer,
no sabia oir lo que se murmuraba tras esos labios florecidos, que sangraban.

Hacia un frio infernal, al menos 15 grados bajo cero,
habia tempanos de semen,
y la vagina de su amante colgaba en la pared.

3 comentarios:

  1. como tantas veces, distanciados y todo, coincidimos.
    se nos dió mutuamente por la poesía.

    me gustó, más que nada, el final, que tiene menos de cursi:
    hacía un frío infernal (paradójico), al menos 15 grados bajo cero,
    había témpanos de semen,
    y la vágina de su amante colgada en la pared.

    te voy a pasar unas poesías de carver que me volvieron loco.
    abrazo lautaro.

    ResponderEliminar
  2. Creo que hay algo ahi que reconozco de ese final de Tropico de Capricornio... mmm, el sexo observado y vivido desde los ojos de una mira telescopica-
    tengo que leer mas... ya teji el capullo de oruga, pero no distingo ninguna mariposa cercana...

    ResponderEliminar
  3. Ambos comentarios tienen algo con lo que estoy de acuerdo.
    Matil, la frase que lo dispara es: clava tu matriz en mi pared para que pueda recordarte.
    Aunque hace años que no leo al viejo Henry no puedo negar su padrinazgo, su sombra.
    Tampoco puedo negar la cursileria de ciertas frases. Pero juego a no corregirme, a no detenerme, y eso me sirve de excusa.
    Abrazo a ambos

    ResponderEliminar